Testimonio de «Una madre Tortuga»
Cuando te ocurre lo que me ha ocurrido a mí, casi nadie puede estar en mi lugar, solo quizás una madre, un padre, los hermanos y otras familias a las que les ha pasado lo mismo, que un hijo se vaya prematura y repentinamente al Cielo.
El dolor que sientes es físico, duele el corazón y también el alma.
Pero rebelarse a un dolor no sirve para nada. El problema es el sentido que le das a ese dolor, ahí es donde te lo juegas todo.
Entender ese dolor, aunque no sirve de consuelo, solo se puede explicar dándose cuenta de que ese dolor es Amor.
No muchos entienden que no tenemos control sobre nada y solo viendo la caducidad de las cosas presentes, los que tenemos fe, tenemos la certeza de la vida eterna.
El dolor que sentimos es indescriptible y aceptarlo es muy difícil…, por eso sólo se puede continuar la vida con Amor, para sentir esa unión con mi hijo y no pensar equivocadamente que “me he separado de él”. Porque, aunque no le vea, sé que no hace falta estar en un lugar para existir en él.
El Cielo y la Tierra están superpuestos, unidos. Solo hay que pedirlo, pedir esa Visión que nos permita verlo, descubrirlo.
Es difícil, pero el Curso de Milagros me ha ayudado a no sufrir, a no ver este mundo como un sufrimiento real, a ver la belleza escondida en todo lo que me rodea.
Podemos ser madres que, en vez de tener un corazón destrozado por el dolor, tengamos un corazón abierto a los demás. En vez de tomarnos la vida a la ligera, ahora nuestros hijos tienen una madre que aprecia cada momento del día. En vez de estar perdidas y sin rumbo, ahora tenemos un faro que nos guía e ilumina nuestro camino. En vez de dudar y tener miedo, confiamos en la vida y en Dios. Y así, un largo etcétera.
Aceptar estos regalos cuesta. Entender que todo esto no es real no es fácil, pero el Curso me está ayudando a no desgastarme en intentar entender con la razón, a no ahogarme en preguntas que ahora no tienen respuesta, ya lo entenderemos más adelante…
Dios tiene planes que a veces no entendemos, que nos están enseñando lecciones muy valiosas, regalos que con el tiempo podremos apreciar.
Las madres que tenemos un hijo en el Cielo no tenemos miedo a morir, porque un pedacito de nosotras está allí. Ahora nos damos cuenta de que nuestra vida tiene un propósito, ser feliz y amar a los demás.
Podemos sentir cosas que nadie más siente.
Sabemos cosas que nadie más sabe.
Somos unas desajustadas del mundo.
Estamos en el mundo que hemos imaginado entre todos, pero un poco sin ser de este mundo.
Tenemos el privilegio de ser acariciadas, solamente de vez en cuando, por nuestros hijos en el Cielo. Nos visitan y son ellos los que nos miman. Todavía me cuesta reconocer las “caricias del Cielo”, voy aprendiendo a hacerlo, a apreciar esas caricias poquito a poco, con pasitos de tortuga.
Los que estamos todavía aquí, en la tierra, solo podemos mirar al Cielo con alegría, sabiendo que esto va de amar, porque ya tenemos un pie junto a esa puerta del Cielo, que nos han abierto nuestros hijos, y porque el Amor es lo único que existe y es real.
Un Curso de Milagros me está enseñando a vivir esta nueva vida de otra manera, confiada, serena, sin miedo, en paz…
Ofrecer un milagro por alguien es un acto de amor, un anhelo de unión con Dios y con el resto de Hijos de Dios. Ofrecer un milagro es confiar en la voluntad de Dios.
Hace poco ofrecí un milagro por el padre de nuestro hijo, solté y puse en manos de Dios su vida. Yo no sabía cómo ayudarle, trataba de hacerlo sin éxito y finalmente me rendí, escuché lo que llevo meses leyendo en este libro y me di cuenta de que había aprendido más de lo que creía. Confié en que Dios siempre quiere lo mejor para nosotros y por eso fui capaz de descansar. Lo entregué y quise ver el milagro que Dios tenía para nosotros.
Al relajarme y sentirme sostenida, todo ha empezado a colocarse. Mi marido ha comenzado, después de casi nueve meses, a ver la vida con ilusión, ha entendido que merece la pena vivir por él, por nuestro hijo en el Cielo. Creo que ahora piensa como yo, que todo lo bueno que vamos a hacer en esta vida lo vamos a hacer por él, por Amor.
No hay nada como encontrar un espacio donde poder soltar los pensamientos de dolor y aceptar la sanación. Soltar el control y abrirnos a recibir la ayuda del amor.
Espero y deseo que todas las personas que se acerquen al Curso de Milagros, de la mano de Gema y José Antonio, y de cualquier otro modo, encuentren la alegría y la paz que yo estoy encontrando.
M.BdC perdió a un hijo, de forma inesperada, en edad adolescente